— Destino

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    Si le das una varita hace Flipendo

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    Joseph Tonks es un hombre el cual lleva la palabra honor plasmada en su personalidad pues, siempre busca el bienestar de las personas aún viviendo en un mundo en el que parece que la humanidad solo es un mito, desde temprana edad su mayor anhelo siempre fue estudiar sobre las leyes y politicas para llegar a ser un reconocido juez del prestigioso Winzegamot del Ministerio de Magia de Gran Bretaña, sin embargo, durante su estadía en aquel país pudo observar como la corrupción manchaba en algunas circunstancias el nombre de lo que alguna fue aquella institución y se negó a ser un participe de aquellos actos delictivos que durante ocasiones beneficiaban a los criminales que atentaban contra el estado y salían impune de algunos crímenes cometidos, durante algunos casos pudo observar que los mismos miembros del Wizengamot eran los verdaderos responsables de innumerables casos que en su mayoría, solían pasar por debajo de la mesa.

    Aquellos hechos provocaron que un joven Joseph Tonks a su temprana de edad de 21 años, se viera en la necesidad de buscar nuevos horizontes que no mancharan ni hicieran traicionar sus ideales personales. Sus objetivos academicos con vistas a su futuro cambiaron ligeramente y su mirada le llevó a otro continente: América, ahí daría un paso atrás y empezaría de nuevo para intentar formar parte del cuerpo de aurores más conocido en el Mundo Mágico por su gran eficacia.

    Desde pequeño en el colegio de Hogwarts, Tonks había demostrado una gran habilidad en las transfiguraciones llegando a tener la mejor nota entre sus compañeros y siendo, durante varias ocasiones, premiado por aquella habilidad innata con ellas. Aquel gran talento que tenía desde temprana edad, le ayudó a cumplir su objetivo tras superar unas difíciles pruebas para ascender a auror luego de un par de años siendo un aprendiz de aquel departamento. Lo que pocos sabían es que Joseph tenía más que sólo talento para la asignatura que anteriormente ya había demostrado, había heredado un estado mágico que durante generaciones había venido arrastrándose entre pocas personas de su familia: Metamorfomagia, aquello le proporcionaba un sin fin de posibilidades para realizar misiones de investigación, espionaje y demás tareas que fueran solicitadas en el departamento, muchas veces esto le habría ayudado a cumplir sus objetivos sin mucha dificultad y sobretodo, evitar a toda costa poner en riesgo a sus compañeros dentro de un posible campo de batalla.

    Lo que no sabía Joseph es que a pesar de haber entrenado durante años por largas horas y haber analizado muchas circunstancias para que todo saliera a la perfección, no estaba preparado para una de las batallas más clásicas de la vida, aquella que en algunas ocasiones suelen acompañarte hasta el último de tus días: La batalla del amor.

    Alguna vez alguien dijo: El Amor y La Muerte tienen características similares. La Muerte, suele llegar cuando menos la esperas llevándose a seres queridos y si no tienes cuidado, puede embriagarte de una profunda tristeza que te conduce hasta ella. En cambio, El Amor algunas veces suele ser mucho más cruel, te encierra en una burbuja de felicidad llena de fantasías y cientos de planes que se trazan dos personas mutuamente, aquella burbuja de amor y felicidad depende de que no se reviente y eso suele ser un gran desafío, algunas parejas suelen reventarla por problemas entre ambos mientras que otras, aunque suene irónico, suelen reventarla por exceso de amor mutuo y curiosamente terminan llevándote a la primera parte de este relato que tiene que ver con La Muerte pero, debemos ser conscientes que ella no sólo se lleva la vida propia o la de seres queridos porque en algunas ocasiones ser destruidos por nuestras emociones suele ser más doloroso que morir y Joseph estaba por empezar a danzar al ritmo de una dulce e hipnotizante melodía clásica dentro de una burbuja rodeada de alfileres.


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    Bar 230 Fifth, 7 de Agosto, 11:30 P.M
    La noche se había adueñado del cielo nocturno dejando sobre el mismo un fondo oscuro que era adornado con cientos de puntos blancos los cuales hoy día conocemos como estrellas y junto a ellas, el satélite más preciado de la tierra el cual se encontraba en una fase menguante por lo que las calles solían estar a oscuras en caso de no haber algún farol que hiciera su trabajo iluminando la zona, por suerte para aquellas personas, hoy día es difícil imaginarnos el mundo sin nuestra amada electricidad que nos facilita día a día la vida e ilumina nuestras oscuras calles nocturnas llenas de vida para aquellos que buscan divertirse, distraerse un rato de su realidad o en algunos casos, olvidar sus pesares.

    En el interior de un reconocido Bar nocturno en la ciudad de New York, se encontraba sentado junto a la barra Joseph Tonks quien reposaba sus brazos en la misma y parecía estar en completa calma mientras disfrutaba en solitario de un vaso de agua — Algo que solía ser bastante inusual en lugares como aquellos. Giraba el vaso de cristal una, otra, otra y otra vez sobre la superficie de madera al tiempo que parecía ignorar a los no-maj que le rodeaban y aunque parecía estar en completa calma, su cabeza era un sinfín de pensamientos que revoloteaban como aves en el cielo azulado durante días de verano, no siempre era por preocupaciones que cargase encima, Joseph se había convertido en un adicto a las Transfiguraciones desde pequeño y supo combinar aquella adicción con la justicia que le exigía su trabajo, un empleo el cual adoraba e intentaba día tras día hacerlo mejor que antes por lo que su cabeza se había convertido en un diario mental de estrategias y formas de controlar las distintas situaciones que podrían presentarse frente a él.

    El joven auror fue expulsado de sus pensamientos cuando una joven de cabello castaño cubriendo su rostro se sentó en un taburete que estaba junto al suyo en aquella barra y que con una mirada acompañada de una cálida sonrisa parecieron pedir disculpas a Tonks por haberle interrumpido de sus profundos pensamientos.

    — Disculpa, ¿está ocupado? — Preguntó la mujer en un tono bajo al tiempo que sus labios se curvaban ascendente formando una sonrisa que dejaba ver una perfecta dentadura y medianamente ocultaba en una pequeña linea unos ojos avellana.

    — No, tranquila. — Respondió Tonks como si su voz arrastrara las palabras en un tono firme y bastante breve para luego darle un largo sorbo a su vaso con agua hasta acabar con el liquido que había en su interior, volvió su mirada hacia el frente donde se encontraba el bartender y con los dedos de su mano derecha rebuscó en el interior del bolsillo de su traje para extraer algunas monedas y dejarlas sobre la barra, acomodó su saco sobre sus hombros para ponerse de pie y abandonar el lugar cuando fue interrumpido una segunda vez por aquella dulce voz femenina que parecía cantar en un tono perfecto como quien practica un dialogo durante años para su escena en una película.

    — Pareces algo atormentado y solitario. — La mujer se volvió sobre su taburete en dirección a Tonks mientras sostenía entre sus dedos una copa de cristal con algún liquido rojizo el cual se trataba de alguna bebida pero había ignorado su nombre cuando ella lo había pedido en la barra. — Suele pasarle a las personas que visitan este tipo de establecimientos, vienen a olvidar o distraerse de su vida diurna para volver al día siguiente y repetir su rutina sin parar. Yo también necesito con quien hablar asi que te ofrezco conversar, no tengo amigos en esta ciudad.

    La elocuencia y seguridad de aquella mujer sin duda alguna golpeó el rostro de Joseph quien no se hubiera imaginado que una persona como ella le pediría conversar por el simple hecho de no tener amigos en aquella ciudad y tenía razón, necesitaba despejar su cabeza en una tranquila noche de conversaciones, además, era una buena oportunidad para esquivar su aburrida rutina diaria de ir al bar y regresarse a su apartamento a descansar para volver al trabajo y repetir el proceso. Joseph volvió a sentarse junto a la chica mirándola un tanto confundido mientras de fondo empezaba a reproducirse el sonido de unas cuerdas de aire las cuales daban paso a una canción lenta la cual llenaba de tranquilidad el ambiente mientras las conversaciones se alzaban en el aire desde distintos puntos de la localidad formando un murmullo global que no perturbaba a las demás personas ajenas de cada conversación.

    — Mi nombre es Lexie. — Se presentó ella.
    — Tonks, Joseph Tonks. — Respondió él.

    La vida suele ser bastante caprichosa y nosotros como seres vivos llenos de sentimientos, sentimos la necesidad — desde tiempos inmemorables — de compartir nuestra vida con personas que sean nuestros iguales, es decir, que tengan los mismos gustos que nosotros, misma ideología y muchas cosas más como si el objetivo real fuera tener a nuestro gemelo emocional y aunque el destino a veces cumpla nuestros deseos, muchas veces suele ser temporal. Sin embargo, el magnetismo nos enseñó que los polos opuestos se atraen, frase que ha sido utilizada más de un trillón de veces a lo largo de la historia pero que no siempre tiene un resultado favorable: tanto en la física como en el amor. En el caso de Joseph y Lexie sólo bastaron aproximadamente 7 minutos para darse cuenta lo diferentes que eran y eso en lugar de alejarlos, despertó el interés de cada uno sobre conocer al otro.

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